El pueblo en decadencia, 1861 - 1863
Testimonio del Reverendo Steel Cross
Old Carucedo, 17 de Septiembre de 1.865
Mal rayo parta al honrado Staka, una vida de amistad y aún así, me obliga a coger pluma y escribir cual plumilla afeminado del Este. Joder, nunca me gustó escribir y hasta que no lo haga, no hay whisky. Hijo de una hiena. Después de años sufriendo a esos penitentes del desierto, al final acabaron enviando al bueno de McRodio a encontrarse con el Hacedor, y eso no podía pasar. El joven Staka y dos de los muchachos, con tres caballos de refresco, salieron pitando en busca de esas pobres almas pintarrajeadas llamadas indios… El muy cafre. Pero Dios se lo compensará, amadísimos hermanos, quizá con una buena esposa; sí, quizá una vieja jibosa con malas pulgas que lo sepa enderezar. A los dos días volvió solo, moribundo, parecía que hubiese vuelto a la vida después de dos días en casa del viejo Belcebú. Del susto tardó tres días en darse cuenta de que no estaba en el Paraíso, sino en el salón de Harry. Nunca he visto a un cabronazo con peor aspecto. Pero los indios no volvieron a aparecer, sí señor, sólo Dios sabe cuánta sangre corrió en esos dos días. Con el pobre Staka curando sus heridas en la capital, lejos de aquí, esta ciudad se volvió una fuente de pecado, dolor y rabia. Y eso no puede pasar. El botarate del gobernador no hacía nada, era el más corrupto de todos, y el pueblo vivía con miedo. Hacía falta un cambio en el tejido social. Ahí fue cuando tuve mi altercado con el nuevo sheriff; una mierda grande en un recipiente pequeño, en opinión de algunos. Decidí empezar mi obra sacándole a ese papanatas el Mal Espíritu a bastonazos; y eso sí podía pasar, tuvo que pasar y pasó. El mequetrefe no tenía medio garrotazo; y por arrimarle la camiseta al cuerpo me condenaron a un año enclaustrado con los Franciscanos (Morir habemus… Ya lo sabemos, queridos feligreses). De penitencia, decían; para que recapacite, decían; maldito tinto mejicano, digo yo… Menudas tajadas. En fin, también dicen que le rompí huesos que no se habían descubierto, y que por eso el Colegio de Médicos me nombró doctor Honoris Causa por la Universidad de Harvard. Total, que pasado un año, vuelvo a Old Carucedo y me encuentro con la ciudad peor; y eso sí que no puede pasar. Fdo. Reverendo Steel Cross |