Prosperidad en OldCarucedo, 1863 - Presente
Testimonio de la Dra. McKinley
Old Carucedo, 18 de Septiembre de 1.865
Me establecí en OldCarucedo para montar mi negocio hace cuatro años, un día como hoy, antes de que empezase la guerra, pero la ciudad estaba arruinada y corrupta hasta los tuétanos. Poco tiempo pase aquí antes de empezar a preparar otro destino. Soy fuerte, he llegado aquí por mis propios medios; pero esto no era vida, ni a los vaqueros les gustaba. Entonces, con un guía indio contratado, la impedimenta en mi carreta y yo ensillando al magnífico Bucéfalo aparecen un cura y un tipo alto por la entrada al pueblo. No sabía quiénes eran, pero supe qué iba a pasar. Era obvio: las manazas del cura parecían más adecuadas para repartir las hostias que para bendecirlas; quizá de ahí venga lo de “mano de santo”, quién sabe. Allí había futuro; con el páter y el larguirucho, el médico no daría abasto. Imposible. Y como Medicina no hay más que una, y en algún sitio hay que sentar la cabeza… Pagué a Naiché lo acordado, se lo debía después de todo, pues él me enseñó a matar con el tomahawk. Y me quedé. Al principio no quería saber nada, pero no podía perder ojo de lo que pasaba en la calle. Los dos desconocidos entraron en casa del gobernador, y a los pocos minutos escuché el peor tiroteo de mi vida. Las bandas de Nueva York parecían tejedoras de calceta al lado de esta gente. Las injurias del reverendo destacaban sobre el fragor de la batalla, parece que lo estoy escuchando: “Mastuerzos, tristes arrapiezos imberbes, os curtiré el pellejo, vive Dios…” Duró horas. Varias personas fueron a ayudar a estos hombres, y otras a defender al gobernador Timothy. Llegado el mediodía, estos dos hombres salieron de la casa del gobernador, apoyados por mucha gente del pueblo. Entonces lo supe: eran el sheriff y el reverendo de la ciudad. Fue un episodio como el de Hadleyville, pero en plan onagro. La paz y la tranquilidad volvieron al día siguiente. Nombramos a un nuevo gobernador que nos ha devuelto las ganas de vivir después de muchos años de inestabilidad. Los negocios volvieron a abrir, las minas volvieron a tener trabajadores, e incluso el año pasado el tren acabó llegando a OldCarucedo. De nuevo el pueblo fue un lugar agradable donde vivir. Fdo. Dra. Karen McKinley |